domingo, 17 de julio de 2011

El imperio del crimen

       Antes de la aparición del Ser Eléctrico en nuestro concierto del Restaurante Balandro, tuvimos un concierto matutino. Fue en el marco de la Fira de la Música de Cardedeu. En  los viejos tiempos, había bandas que tenían contratos para tocar por horas, nada de conciertos cortos, desganados o pírricos. La carne estaba en el asador desde el primer momento y hasta que la concurrencia aguantase. La música tenía una función y los músicos eran invisibles si cumplían lo acordado. De aquel espíritu sólo quedan restos en las sesiones de algunos dj´s o en las orquestas veraniegas que van en furgoneta y no en camión.
        Sin llegar a tanto, aquel 2 de julio rendimos un lejano homenaje tocando dos veces el mismo día, como una antigua sesión doble de cine. Efectuamos los conciertos luchando contra el imperio del crimen pero con la ayuda inestimable de nuestros amigos.
        Respecto a la IV Fira de la Música de Cardedeu sólo podemos decir cosas agradables. La misma iniciativa, colocar a 120 grupos de música en un paseo, uno al lado del otro, tocando y ofreciendo su propuesta ya es digna de alabanza. Llevarlo a la práctica sólo denota buena organización. Son de aquellos actos en los que da gusto participar y colaborar. Más aún cuando está hecho desde la sensibilidad de músicos para otros músicos. Felicitats a l´ASMUCA.

                  

        Kinoplatz llevó a Cardedeu un set estrictamente electrónico y su disposición escénica respondía al placer de la abstracción artista-público. La cuestión no estaba en los cuerpos que se mueven generando sonidos con sus aparatos estandarizados. Lo importante estaba, como el amor, en el aire. Al llegar notamos una maravillosa y tenue interferencia entre las bandas que tocaban a la misma hora.
        Normalmente el cerebro reptiliano nos hubiera impelido a subir nuestros amplificadores hasta no oír al resto de las bandas y, sobre todo, que el oyente ocasional sólo escuchara nuestra propuesta. Pero ¿por qué no aprovechar la ocasión de colaborar con el resto de las bandas y utilizar los fragmentos sonoros que nos llegaban como material preciado? La interferencia vista como un regalo. Deliberadamente bajamos nuestro volumen para que todo lo que nos rodeaba participase aleatoriamente en nuestra música y quedase pegado a las canciones. Así se escuchan personas hablando, pruebas de sonido de un grupo de rock, estrofas de una banda de música celta, coches circulando a lo lejos, el rumor de una riera cercana, algún conato de brisa....
        Lo que nosotros habíamos ensayado era una canción. Lo que allí se ejecutó fue una pieza sonora entre el collage y la electrónica modular. Y nos acordamos, una vez más, de las experiencias que detalla Murray Schafer en su libro El rinoceronte en el aula.
       El video que compartimos muestra algo de lo que comentamos; una breve sinécdoque, como siempre sucede en estos casos.